viernes, 21 de noviembre de 2008






LA MORALIZACIÓN DE LOS NIÑOS A TRAVÉS DE LOS CUENTOS INFANTILES




Por
CATALINA QUINTERO ACEVEDO
JUAN FELIPE LÓPEZ GIRALDO
JORGE MARIO OSPINA GALEANO
AILING LAU MARTÍNEZ VÉLEZ
Estudiantes de cuarto semestre de Psicología





En el primer tratado de La Genealogía de la Moral, Nietzsche expone la proveniencia de nuestro bien y nuestro mal; es decir, la procedencia tanto noble como resentida del modo de valorar en términos de bueno y malo. El autor muestra la profunda transformación que sufren ambas palabras después de lo que él denomina la rebelión de los esclavos y la consiguiente transvaloración de todos los valores; así, ilustra como se pasa lenta y firmemente de una valoración dictada por los nobles a otra dictada por los resentidos y los impotentes.

La moralización de los niños a través de los cuentos infantiles pretende mostrar la relación que existe entre el modo de valorar judeocristiano en términos de bueno y malo y el sentido moral en las fábulas y los cuentos de hadas; poniendo en cuestión los modelos de conducta que se transmiten a través de ciertos cuentos, los cuales, propone este trabajo, están impregnados y determinados en gran medida por un modo de valorar judeocristiano, para ello proponemos analizar el cuento Cenicienta, escrito en 1697 por el francés Charles Perrault (París 1628 – 1703) , Pinocho escrito en 1882 por el escritor italiano Carlo Collodi y El renacuajo paseador escrito en 1854 por el colombiano Rafael Pombo (Buga 1833 – Bogotá 1912).

Los cuentos de hadas y las fabulas están dirigidos en la actualidad principalmente a un público infantil. En efecto “infancia” es un concepto de la modernidad, pues en la Edad Media los niños eran solamente adultos por crecer y eran sometidos a fuertes trabajos, no existía un conjunto de espacios diferenciados, expectativas sociales hacia los niños ni un estatus específico que les otorgara una distinción frente a los adultos. El creciente control disciplinario sobre la educación de los niños habría sido el primer paso en la construcción del concepto de infancia. Luego, el siglo XX será considerado “El siglo de los niños”
[1], ya que es cuando se introducen grandes transformaciones sobre el concepto de la familia, con sus formas de crianza, el uso didáctico de los juguetes, la enorme producción de literatura infantil, el desarrollo de políticas públicas y la doctrina de los derechos del niño, son así, el surgimiento de distintas disciplinas, la escolarización y la categoría de delito sobre la práctica del infanticidio quienes elevan enormemente al niño a una ubicación social, donde se le protege, ama y abarca con derechos.

“El
concepto de infancia supone la concepción del niño como un ser heterónomo que necesita protección, y ésta construcción se da paralelamente al proceso de pedagogización que surge con el nacimiento de la escuela moderna”[2]. Como se dijo anteriormente, el concepto es producto de las estructuras familiares favorecidas por los condicionantes que la iglesia y el estado del momento imponían a la familia, se les delegaba la responsabilidad educadora de los niños.

Rousseau es también importante en la formación de este nuevo concepto, él entendía que el niño tenía sus propias leyes de desarrollo y debían respetarse, veía al niño como la preparación del ser humano hacia la adultez, que implicaba una educación regida por la iglesia.

Pero fue ante todo la literatura infantil la que promovió de manera enorme el mejoramiento de la educación en Europa, principalmente en la etapa escolar primaria. Los centros educativos de la época (finales del siglo XVII al siglo XIX), comenzaron a requerir material académico literario para las clases, lo cual fue importante para las editoriales, que vieron el potencial del negocio que podrían tener a través de este nuevo mercado. Así que se pusieron en la labor de contratar escritores para sus propias editoriales con el propósito de satisfacer la demanda creciente de esta literatura; los libros infantiles buscaron entonces, transmitir un código ético estricto. El fin era didáctico y pretendía penetrar desde la infancia con códigos morales y éticos definidos dentro de la cultura. Las narraciones y cuentos tenían todos un final feliz y moralizante y hacían énfasis en valores importantes para la sociedad que debían ser enseñados desde edades tempranas, por ejemplo, el valor de la solidaridad familiar, la honestidad, la fidelidad y la bondad. Paralelamente, se señalaban peligros morales tales como la avaricia, la compulsión al juego, la mentira, la envidia y la falta de respeto por el otro.

Se puede afirmar entonces que a través de los cuentos de hadas se cristaliza una importantísima estrategia de moralización de la infancia en la modernidad, justamente cuando ésta comienza a configurarse como una preocupación para la sociedad. Se quiso educar a los niños a través de las fábulas incluyendo una moraleja y por medio de ésta infundir una moral o mejor una valoración cristiana, ya que se consideraba que era posible moldear la conducta humana de acuerdo con la imagen de hombre “bueno y cristiano”, el cual se rige por pautas e ideales de bondad y buena conducta.

El tema es pertinente ya que se puede afirmar que la intención de la moraleja en los cuentos de hadas y fábulas, es indiscutible en el moldeamiento de la conducta del niño y encontramos una clara relación con los conceptos planteados por Nietzsche de bueno, malo y malvado, pues en los cuentos los personajes tienden a identificarse con categorías como éstas.

Nuestro trabajo se divide entonces en tres momentos, primero se muestra la diferencia entre cuento de hadas y fábula y cuáles son sus propósitos, en segundo lugar se esclarecen los conceptos de bueno, malo y malvado explicando qué se entiende por moral judeocristiana según Nietzsche, por último se explicitan algunas imágenes de bueno, malo y malvado en los cuentos elegidos para este trabajo y su finalidad moral.

1. Los valores morales en el cuento de hadas y la fábula.

El cuento de hadas está inspirado en los modelos sociales y éticos de la Edad Media. La palabra hada indica lo que brilla
[3], es decir, que llevan cierta idea de brillo. Quien narra trata de hacer resplandecer sus ideas exponiendo el destino del hombre como la luz que da relieve y determina la historia. Las hadas son los espíritus elementales de origen pagano que no son ni de la tierra ni del cielo. Estos cuentos “son narraciones que se encuentran asentadas en una moral, donde el bien y el mal son conceptos axiológicos inseparables de la religión y de la ideología de las clases dominantes” [4]. Se puede entonces afirmar que los cuentos de hadas nacen próximos a las religiones animistas para no dejar translucir el clima espiritual en el que han surgido, pues desde la imposición del cristianismo en occidente no era amenazante la existencia de esta literatura. Por lo demás ese tipo de relato debía tomar de la religión oficial un elemento nuevo de ternura humana o una valoración moral determinada. Sin embargo su verdadera raíz está impregnada de un panteísmo, en donde no se pueden esconder los vínculos que unen al hombre con la tierra y los elementos y que hacen que él esté agradecido al hermano Sol y a la hermana Luna. Así el hada es un ser privilegiado y omnipotente, es el sol que reluce y calienta, es la luna que tiende sobre las cosas un velo de sueño, el día que alumbra y la noche que envuelve la tierra con un velo fúnebre[5].

Un cuento de hadas es una narración en la que intervienen personajes que realizan acciones en un lugar y un tiempo determinado. Tiene tres elementos imprescindibles, en primer lugar, los personajes, los cuales proceden por ejemplo de una cabaña muy pobre o de un palacio encantado; son excesivamente buenos o medrosos, bellos o trágicamente feos, perversos y cobardes, o valientes y nobles; son enanitos o gigantes o brujas o princesas, reyes disfrazados de mendigos o mendigos convertidos en reyes y caballeros. Los personajes secundarios son los padres, la madrastra, la abuela, entre otros. En un segundo momento se considera el elemento del medio ambiente, en el que se desarrollan las acciones, “es un lugar que nunca está perfecta y largamente detallado, salvo algunas excepciones, sino esbozado en pocas palabras, dejando entre ver ese país de maravillas muy fuera de todo tiempo y espacio”.
[6] Por último encontramos como un elemento importante los sucesos que ocurren en los cuentos, que en general se tratan de viejas leyendas propias de la cultura de los pueblos en los que nacen determinados cuentos. Estos sucesos siempre serán incitados por la imaginación y la creatividad de quien los narra. Lo que es evidente es que a menudo las consecuencias que traen las acciones se resuelven de manera brusca y sus premios y castigos son inmediatos y accesibles a cualquier mentalidad. Dentro de la narración puede aparecer también un diálogo directo intercalado. Estas historias son contadas por un narrador que habla de cosas que le suceden a otras personas o a sí mismo. En este último caso, él será un personaje del cuento. Todo cuento debe tener un principio, un nudo y un fin.

Por otro lado, tenemos la fábula, cuto antecedente fundamental fue el fabulista griego Esopo (Siglo VI a.C.), con su más importante obra Fábulas Esópicas la cuál contiene más de 400, reunidas por Demetrio en el siglo IV a.C. Pocos datos existen sobre su vida y solo hasta la Época Clásica del siglo XVII al XVIII, su figura real se vio rodeada de elementos legendarios e incluso se pone en duda su existencia por algunos historiadores. En el siglo XVII, el autor francés La Fontaine recreó las fábulas de Esopo, de hecho él es uno de los grandes maestros modernos de la fábula, es quién la moderniza. Entre sus obras principales encontramos a La zorra y la cigüeña, La cigarra y la hormiga, El gato y los ratones, El león y el ratón, El maestro y el niño, Los dos amigos. “De Esopo a La Fontaine, se pasa del fabulista en un estado puro, únicamente preocupado por pintar las costumbres, al fabulista poeta que, sin descuidar la enseñanza que importa inculcar, la envuelva de un contexto dramático. De este modo no se dirige ya a nuestra sola razón: habla a nuestra imaginación y a nuestro corazón”
[7].

El origen de la fábula proviene de la necesidad natural que siente el hombre de expresar sus pensamientos por medio de imágenes, emblemas o símbolos; la fábula se debe considerar como una forma simbólica, como una consecuencia del desarrollo histórico; pues nació en el momento en que el pueblo romano sentía terror por los bárbaros, entonces los poetas comentaban la tiranía, combatieron la fuerza, atacaron la injusticia, defendieron la virtud y abofetearon a los necios.

La fábula es un breve relato ficticio, en prosa o verso, y debe estar escrita en un estilo sencillo y fácil, con intención didáctica, que frecuentemente se manifesta en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados quienes mantienen un diálogo ajustado a los caracteres y situaciones en los que se encuentren. Este relato puede tener varios recursos como lo son el sermocinatio, cuando hablan dos personajes; la etopeya, donde se puede describir el carácter, las acciones o las costumbres de un personaje y finalmente la prosopopeya, aquella en la cual se le pueden atribuir a los animales, plantas u objetos, acciones y cualidades propias del hombre. La moraleja es una enseñanza que el autor transmite como conclusión de su obra, es un mensaje o una lección moral sobre lo bueno y lo malo que se aprende de una historia o de un acontecimiento, se puede dejar al oyente, lector o espectador a recrear el sentido por sí mismo.

La fábula nos ilustrará siempre una moral práctica mediante la cual el hombre a lo largo de su vida y sus experiencias deberá evitar las asechanzas del mundo. Los personajes que ocupan el primer plano se convierten en títeres que ilustran los riesgos que traen la tiranía, la injusticia, la codicia, la pasión ciega, la inconsecuencia de los seres humanos, los males y calamidades que se desencadenan cuando son poderosos y la escasa posibilidad que tienen de hacer valer sus derechos cuando son débiles y humildes.

2. Bueno, malo y malvado, según Nietzsche.

En La Genealogía de la Moral, Nietzsche presenta de manera clara la transvaloración de todos los valores llevada a cabo por el cristianismo; en un primer momento muestra al hombre “bueno”, es decir, al noble, al aristócrata, al fuerte, al poderoso y vigoroso, quien honra a sus iguales, respeta sus enemigos y no se avergüenza de sus instintos. En contraposición, muestra al hombre “malo”, que actúa de acuerdo con una moral de esclavo, o sea toda captación de uso moral judeocristiana, como la debilidad, la sumisión, el resentimiento y la venganza.

En un segundo momento, el autor muestra como se produjo una inversión de los significados de estos dos conceptos, dice Nietzsche: “Hubo una rebelión de esclavos, atizada por el resentimiento de los sacerdotes y el odio y el espíritu de venganza”
[8], por tanto, ahora es la moral de la miseria, la piedad, la compasión, la sumisión y la renuncia al mundo y a la vida, la que pasa a ser considerada “buena”; el hombre aristócrata, siendo el enemigo del resentido, se convierte en el “malvado”, y es el esclavo, es decir, el resentido, quien lo ve de esta forma, pues desea superponerse al poder aristócrata y siendo incapaz de lograrlo simplemente le da el atributo de malvado y califica como malas todas sus actuaciones.

Después de la transvaloración, aquello que es bueno surge del espíritu del resentimiento contra los valores naturales o nobles, la moral de esclavo es iluminada en la debilidad de su espíritu y aquello que es malo representa la fortaleza aristócrata y todas sus concepciones; pero son justamente los valores de un hombre bueno, sumiso, que perdona y tiene compasión los que el cristianismo se propone transmitir a los hombre. Son también estos valores y las variaciones de los mismos los que se transmiten a los niños, en alguna medida, a través de los cuentos de hadas y las fábulas, es decir, se desea enseñar que para alcanzar un sentido más profundo de la vida, hay que ser capaz de trascender los estrechos límites de la existencia centrada en uno mismo, y creer que uno puede hacer una importante contribución al mundo
[9].

Bettelheim nos dice en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas que la cultura judeocristiana observó que el niño necesita ideas acerca de cómo poner en orden su “casa” interior, necesita una educación moral, que le transmitan las ventajas de una conducta moral, no a través de conceptos éticos abstractos sino mediante lo que parece tangiblemente correcto y, por ello lleno de significado para el niño, y son los cuentos infantiles los que permiten esto.

¿Se puede decir entonces que las fábulas y los cuentos de hadas son en alguna medida expresiones artísticas comprometidas con la moral? Frente al arte comprometida con la moral Nietzsche afirma que ““¡Ni fin moral, ni fin alguno!'-, así habla la pura pasión. El psicólogo, en cambio, pregunta: ¿qué hace todo arte?, ¿no elogia?, ¿no exalta?, ¿no escoge?, ¿no destaca? Con todo esto, robustece o debilita determinadas valoraciones...“
[10]

3. La moral en los cuentos de hadas y las fábulas.

Fábula, fatalidad hado y hada remiten todos al latín fatum
[11]; se expone entonces en los cuentos el destino del hombre, indicándole así el camino que debe escoger para preservarse de todos los males que trae el destino y su fatalidad.

Nietzsche en El Crepúsculo de los Ídolos dice que todos los medios morales con los que se ha intentado mejorar a la humanidad son medios inmorales, que los sistemas morales son modos de interpretación y erróneos por demás. “... Nosotros, los in­moralistas, por el contrario, hemos abierto nuestro corazón a toda clase de comprensión, compenetración y aprobación”
[12]. El hombre no debe dejarse manipular por la moral de la religión judeocristiana con el imperativo que impone cómo debería ser el hombre; y es justamente este modelo de humano lo que se quiere trasmitir en los cuentos da hadas y las fábulas, con la moraleja y sus enseñanzas. En este sentido las acciones, las actitudes y los personajes del cuento, imponen la moral del “bueno” como el modelo a seguir, como el que obtiene un “final feliz por siempre” gracias a su correcta conducta. Es este sistema moral de la religión, que terminaría siendo, según Nietzsche, un sistema inmoral, el que funciona como un imperativo, inculcando actitudes y pensamientos para intentar preservar al hombre de la fatalidad de la vida, la cual está conformada por acontecimientos puros y no son más que eso.

“Tanto domesticar la bestia humana como “criar” un determi­nado tipo humano ha sido considerado como “mejo­ramiento” del hombre.”
[13]. El cuento intenta hacer mejor al niño con el imperativo del “deber ser”. La tradición judeocristiana utiliza el cuento de hadas y la fábula como instrumento para domar y criar al ser humano desde niño, mediante el miedo, las heridas y el dolor que en ellos se muestran y con lo cual se paga si no se hace lo indicado, son medios para debilitar y enfermar al hombre, para domesticarlo finalmente a la voluntad de la religión cristiana.

En la Cenicienta, en Pinocho y en El renacuajo paseador, se puede constatar la función moralizante de cuentos y fábulas, la forma como en ellos los premios y los castigos y los finales afortunados y desafortunados, dan cuenta de una escala o forma de valorar de origen judeocristiano.

Cenicienta: ¿Es que acaso lo bello es bueno y lo feo es malo (y viceversa)?

El cuento Cenicienta tuvo su origen en China alrededor del año 860, pero la versión más conocida fue la del escritor francés Charles Perrault en el año 1697. La historia habla de una joven que sufría los maltratos de su madrastra y sus dos hermanastras, tras la muerte de su padre. Un día el príncipe organizó un baile para elegir la mujer con quien deseaba casarse; luego de llorar y sentirse muy mal por no tener como asistir al baile, su hada madrina, por ser una joven buena y noble, le da los mejores atuendos y un bellísimo transporte. El príncipe queda asombrado porque nunca había visto mujer tan bella, pero Cenicienta tuvo que abandonar el baile a las 12 de la noche, pues el hada le advirtió que todo volvería a la normalidad a la doceava campanada, afortunadamente la niña pierde una zapatilla en el afán de irse, y gracias a ésta, el príncipe logra encontrarla, casarse con ella y vivir felices por siempre.

Cenicienta, el personaje principal de la historia, es aquella persona “buena”, si la miramos desde lo planteado por Nietzsche en La Genealogía de la Moral, que responde con paciencia ante las constantes agresiones por parte de sus hermanastras y su madrastra, es frágil, sumisa, bondadosa, quien perdona y jamás juzga a nadie.

“El hombre tenía una hija de su primer matrimonio, la cual era una joven muy dulce y muy buena. Era igual que su madre, quien había sido la persona más agradable del mundo”
[14]

Justamente, es ésta la figura que la moral del cristiano desea enseñar a los niños. Pues quien es bueno, paciente y sumiso, es quien obtiene el final feliz.

“Desde ese momento a la pobre niña la trataron como sirvienta. Sin embargo, ella nunca se quejaba y soportaba con paciencia su pesada carga de trabajo”
[15].

Por otra parte, quienes desempeñan el papel del “malo”, son las dos hermanastras y la madrastra. Pues son quienes constantemente agreden de forma verbal a Cenicienta. Son feas, envidiosas, dominantes, mentirosas y con sed de venganza.

“La nueva esposa del hombre no podía soportar las buenas cualidades de la joven, las cuales hacían ver a sus hijas todavía más detestables”
[16]

“No vas a creer todas las mentiras que las dos hermanastras le contaron a Cenicienta”

Los personajes malos siempre son castigados de alguna manera, en este caso, las mujeres al descubrir que Cenicienta era la joven de quien se había enamorado el príncipe, se arrepintieron y le pidieron de rodillas perdón.

El cuento transmite cómo debería ser el ser humano a través también de algunas simbologías. La zapatilla es una de éstas. Era de cristal, lo cual representa la transparencia de Cenicienta, la sinceridad, la bondad, la verdad y lo justo.

El pie pequeño en oriente es signo de un fino y determinado linaje, por esto Cenicienta tenía los pies más pequeños del reino y era la única a quien le calzaba la zapatilla. A pesar de estar mal vestida, sus raíces y su belleza sobresalían.

La moraleja del cuento es que el mal causa la desgracia de todos. El malo y egoísta se deforma como persona (por eso las hermanas son feas), mientras que el bien es tan hermoso como Cenicienta. El bien causa la felicidad de todos porque es generoso y capaz de perdonar. La bondad triunfa siempre sobre la maldad. Cenicienta enseña al lector cual es la forma “correcta” de comportarse, es decir, saber siempre perdonar y tener paciencia, comportarse de acuerdo con un modelo de conducta que impone el judeocristianismo.

Pinocho: De madera y demasiado humano.

Escrito por el italiano Carlo Collodi en 1882; el cuento dice que Gepetto, un viejo carpintero, sintiéndose bastante solo, decide un día hacer un muñeco de madera. Se alegró mucho cuando este muñeco cobró vida, pero por desgracia el niño de madera era desobediente, no asistía a la escuela y decía muchas mentiras a su padre. Finalmente Pinocho aprende a comportarse bien y obtiene su buena recompensa por parte del hada azul.

“Gepetto hacía todo lo que podía para educar al muñeco. Eso no era tarea fácil ya que Pinocho era un verdadero pícaro. Para empeorar las cosas, el muñeco también era mentiroso. Siempre que decía una mentira la nariz de Pinocho se hacía más larga.”
[17]

En el cuento se puede ver una ambivalencia en el personaje principal de la historia. Pinocho es quien revive historias marcadas por personajes buenos, malos y malvados; pues es visto como una persona “buena” y “malvada” a la vez; durante la historia comete errores y se arrepiente inmediatamente para olvidarse de su promesa y volverlos a cometer. Pinocho siente remordimiento de sus malos actos y esto nos remite a los mandamientos de la iglesia: no mentir y honrar padre y madre.

El niño de madera, cuando debe ir por primera vez a la escuela, se deja influenciar por algunos personajes que lo llevan a comportarse de manera incorrecta, pues de camino hacia la escuela se encuentra con un zorro y un gato, personajes “malvados”.

“Y sucedió que en el camino encontró a un Gato ciego y a una Zorra coja que pedían limosna, y se puso a conversar con ellos. El Gato y la Zorra eran dos pillos que fingían sus desgracias par engañar a la gente; y al cabo de un rato, habían convencido a Pinocho de que eso de ir a la escuela era una tontería...”
[18].

Se encuentra aquí, la simbología de la marioneta, del muñeco que se deja manipular por quien lo tome. Pinocho hacía exactamente eso, cada que se encontraba con alguien, se dejaba influenciar para cometer errores y comportarse mal. En este caso, por una zorra y un gato, animales que representan la astucia, la traición y la desconfianza.

En oposición a estos personajes encontramos a Pepe Grillo, el compañero fiel de Pinocho, el “bueno” porque es aquel que ayuda al prójimo, es prudente ante los demás y acompaña al personaje principal en toda situación. También se puede decir, que Pepe Grillo es simbólicamente la conciencia de Pinocho.

“Pepe Grillo era una agradable criatura que vivía en la casa de Gepetto. Siempre que Pinocho estaba solo en casa, el grillo le recordaba al muñeco: -Tienes que demostrarle a Gepetto que lo amas y seguir fielmente sus consejos. Esa es la única forma en que te puedes hacer un niñito bueno”
[19]

Pinocho, luego de ver cómo sufría su padre y encontrarse en situaciones peligrosas, decide portarse bien y cumplir con su deber de hijo.

“Entonces Pinocho empezó a trabajar durante el día para sostener a su papá y estudiaba por la noche para aprender a escribir y leer. El hada azul recompensó las buenas intenciones de Pinocho y lo convirtió en un niñito de verdad.”
[20]

Aquí obtiene finalmente su recompensa, ser un niño de verdad, que también lo entendemos como el momento en el que Pinocho deja de ser marioneta, y ya no es manipulable más por los demás, es decir, que puede actuar por voluntad propia. Aquí se cae en el cuarto error mencionado por NIetzsche en el Crepúsculo de los ídolos, sobre la voluntad propia, la cual permite juzgar al ser humano, ya que es responsabilidad suya cualquier acto propio.. La marca que deja el pecado en ser humano es el crecimiento de la nariz de Pinocho cuando dice mentiras.

Nuevamente se evidencia la enseñanza a los niños del modo correcto de comportarse, mostrando los castigos que pueden recibir si no son “buenos” y la gran recompensa que obtienen en caso que lo sean.

El renacuajo paseador

La fábula fue escrita por el famoso escritor colombiano Rafael Pombo en 1854, cuenta la historia de un renacuajo, Rinrín, quien por desobedecer a su madre e irse de fiesta con su amigo el ratón, donde doña ratona, debe pagar su pecado con la muerte.

“¡Muchacho, no salgas!, le grita mamá,
pero él le hace un gesto y orondo se va”
[21]

“Y siguió saltando tan alto y aprisa,
Que perdió el sombrero, rasgó la camisa,
Se coló en la boca de un pato tragón
Y éste se lo embucha de un solo estirón.”
[22]

Los otros personajes que aparecen en el cuento, el ratón vecino y doña ratona, son personajes, según el modo de valorar judeocristiano ilustrado por Nietzsche, “malos”, pues aparte de conducir a Rinrín renacuajo a comportarse mal, a tener una conducta ociosa, de fiesta, de igual modo ellos lo hacen, para ser también, finalmente castigados. Pues son devorados por varios gatos.

“Mas estando en esta brillante función
De baile y cerveza, guitarra y canción,
La Gata y sus Gatos salvan el umbral,
Y vuélvese aquello el juicio final.

Doña Gata vieja trinchó por la oreja
Al niño Ratico maullándole: “¡Hola!”
Y los niños Gatos a la vieja Rata
Uno por la pata y otro por la cola.”
[23]

Se destaca en este pasaje de la fábula, la imagen del juicio final, en donde los hombres serán juzgados por sus actos. En la historia, de alguna manera, se quiso representar, ilustrando la muerte trágica de los personajes malos a forma de castigo.

La moraleja que la fábula de Rafael Pombo deja a los niños, es que no se debe jamás desobedecer a los padres, es decir, que no se debe faltar al cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia: “honrar padre y madre”.
El cristiano es atacado por sus peores enemigos cuando falla como hombre bueno. Este aspecto es representado en la analogía que se hace con los ratones que son comidos por los gatos, en donde sabemos que el gato y el ratón siempre han sido enemigos, que el ratón es presa fácil de la astucia, la cautela y la agilidad del gato, sobre el pequeño, débil y frágil ratón.





BIBLIOGRAFÍA

Bettelheim, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. La lucha por el significado. España, Crítica, 1977

Cerda Gutiérrez, Hugo. Ideología y cuentos de hadas. Madrid, Akal, 1985.

Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.

http://www.educación.idoneos.com/ [Consultada el 01 Noviembre de 2008]

Jesualdo. La literatura infantil. Ensayo sobre ética, estética y psicopedagogía de la literatura infantil. Ed.6. Argentina, Losada, 1973.

Nietzsche, Friedrich. El Crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, 1984.

________________. La Genealogía de la Moral. Medellín, Bedout, 1978.

Rafael Pombo al rescate “cuentos y fábulas”. El renacuajo paseador. Avianca Clase infantile. Periódicos asociados. Colombia, 1996.

Rousseau, René-Lucien. La otra cara de los cuentos: valor simbólico de los cuentos de hadas. España, Tikal, 1994.


[1] Nombrado así por una pedagoga sueca, Hellen Key, quien escribió a principios del XX un libro titulado El siglo del niño, que ejerció gran influencia entre especialistas y educadores, muy relacionada con la reacción social frente a la Primera Guerra Mundial
[2] http://www.educación.idoneos.com/ [Consultada el 01 Noviembre de 2008]
[3] Jesualdo. La literatura infantil. Ensayo sobre ética, estética y psicopedagogía de la literatura infantil. Ed.6. Argentina, Losada, 1973.
[4] Cerda Gutiérrez, Hugo. Ideología y cuentos de hadas. Madrid, Akal, 1985.
[5] Rousseau, René-Lucien. La otra cara de los cuentos: valor simbólico de los cuentos de hadas. España, Tikal, 1994.
[6] Jesualdo. La literatura infantil. Ensayo sobre ética, estética y psicopedagogía de la literatura infantil. Ed.6. Argentina, Losada, 1973.
[7] Rousseau, René-Lucien. La otra cara de los cuentos: valor simbólico de los cuentos de hadas. España, Tikal, 1994.
[8] Nietzsche, friedrich. La Genealogía de la Moral. Medellín, Bedout, 1978.

[9] BETTELHEIM, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. La lucha por el significado. España, Crítica, 1977.
[10] Nietzsche, Friedrich. El Crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, 1984.
[11] Jesualdo. La literatura infantil. Ensayo sobre ética, estética y psicopedagogía de la literatura infantil. Ed.6. Argentina, Losada, 1973.
[12] Nietzsche, Friedrich. El Crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, 1984.
[13] Nietzsche, Friedrich. El Crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, 1984.
[14] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[15] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[16] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[17] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[18] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[19] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[20] Cuentos de hadas de oro. Cenicienta. Gruppo EdiCART, 1995.
[21] Rafael Pombo al rescate “cuentos y fábulas”. El renacuajo paseador. Avianca Clase infantile. Periódicos asociados. Colombia, 1996.
[22] Rafael Pombo al rescate “cuentos y fábulas”. El renacuajo paseador. Avianca Clase infantile. Periódicos asociados. Colombia, 1996.
[23] Rafael Pombo al rescate “cuentos y fábulas”. El renacuajo paseador. Avianca Clase infantile. Periódicos asociados. Colombia, 1996.

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