miércoles, 26 de noviembre de 2008

PRESENTACIÓN DEL SEMINARIO

INSTITUCIÓN UNIVERSITARIA DE ENVIGADO
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
PROGRAMA DE PSICOLGÍA

SEMINARIO
GENEALOGÍA Y EPISTEMOLOGÍA DE LOS SABERES PSICOLÓGICOS

PRESENTACIÓN
Juan Felipe Arroyave Gómez
Docente Horizontes de Pensamiento I


A instancias de los cursos de Horizontes del Pensamiento I y II el seminario que hoy iniciamos es, así como de hecho han sido los anteriores eventos realizados bajo la denominación de foros, el resultado de todo un trabajo de lectura aplicada y centrada en la obra de un autor. La elección de la empresa pedagógica situada desde allí, no se hace arbitrariamente, al contrario, dicha elección –la de un pensador determinado-, obedece a los criterios de una perspectiva: aquella que permite, por un lado, la exigencia de un pensar llevado más allá de la obediencia ciega a todos aquellos saberes tenidos como verdades y arropados como ciencias, y por otro, la apuesta por un método que encare las exigencias de una reflexión genealógica en la asunción de la sospecha desde la pregunta indagadora y problematizadora, más allá de los afanes teleleológicos que imponen los dictados mercantiles de aquellas corrientes académicas rebosadas de un positivismo utilitario y borreguil. De tal manera que, apostar por Nietzsche y por Foucault, como ha sido el caso, implica tal exigencia.

Vale el momento de esta presentación de apertura para proponer unos puntos de reflexión desde los cuales no se hace más que evocar tangencialmente el sentido de la perspectiva aquí defendida. Estos puntos realizan una deriva por elementos genéricos concernientes al asunto del conocimiento, la investigación y la verdad. Comencemos:

♦ La pregunta por el mundo, por su ser y por el ser en el mundo, la pregunta por lo que existe, por lo material –por lo real, como lo señalan algunos-, ha corrido aparejada a los más diversos procesos de construcción mítica, religiosa, filosófica y científica, en la medida en que, a lo largo de la historia, nutren interminables debates y no pocos combates epistémicos e ideológicos desplegados, no sólo en el campo del conocimiento, sino además en el campo de lo social, de lo económico y de lo político. En este sentido, se podría afirmar que una concepción del mundo, cualquiera que ella sea, es el sustento filosófico que entraña grandes implicaciones para el devenir de la especie humana en un momento histórico determinado. Es así como, toda concepción del mundo se problematiza ella misma desde unos ejes de reflexión que cuestionan lo siguiente: si el mundo existe objetivamente; si el mundo es cognoscible y este conocimiento es histórico; si es posible un conocimiento certero cuando se descubren las leyes que rigen todos los procesos y, claro está, si estas leyes son universales y existen objetivamente de manera independiente a nuestra existencia. Por último, si conocido el mundo, sus procesos de cambio y sus leyes, éste puede ser transformado por y desde nuestras propias fuerzas.

♦ De ahí que la constitución del sujeto humano esta ligada a los resortes históricos de las concepciones reinantes en una época dada, pero nunca más allá de los resortes materiales que conforman el entorno o el escenario para dichas concepciones. Es decir, no son única y exclusivamente los sistemas de ideas los que darán soporte al mundo del hombre en un espacio y en un tiempo determinados, sino que serán, de manera determinante y decisiva, las condiciones materiales (geográficas, biológicas, técnicas, históricas, psicosociales, económicas y políticas) las que permitan el florecimiento del legado y del rostro cultural del hombre mismo. Es más, los sistemas de ideas, las cosmovisiones o las filosofías, los saberes o las epistemes, las ciencias o las disciplinas científicas se edifican como discursos categorizadores y sustentadores de una re/presentación por la cual y desde la cual se abordan las relaciones con lo real a través de una visión del mundo en tanto realidad, en una dinámica de mutua transformación –o en alusión a lo propuesto por el pensador catalán Juan David García Baca- en una dialéctica trans-sustanciadora. Entonces, el sujeto es explicable sólo en la medida en que se construye desde la práctica; mejor, desde la praxis, que es histórica, psicosocial, cultural, política, económica. Se trata de pensar al sujeto y su emergencia, inserto en el campo de los procesos y las corrientes de la producción, no sólo de sus medios de subsistencia, sino también de los fines que justifican las relaciones propiciadoras de los procesos mismos, de sus contradicciones, de sus movimientos dialécticos, pues, parafraseando aquella tesis planteada por Marx y Engels: “… no se trata sólo de interpretar el mundo, sino de transformarlo…”

♦ Como en esencia el ser humano, el homo (en este caso sapiens sapiens) es una especie que pregunta, que se pregunta; este preguntar conlleva el conocer y el querer conocer lo circundante, estableciendo sistemas de explicación para ello, que a su vez permiten edificar las corrientes de pensamiento en que se sustentan las concepciones del mundo que históricamente han presentado una oposición: idealismo – materialismo, aún cuando de ésta contradicción binaria emerjan agnosticismos como terceras vías. En este orden de ideas, se precisa avanzar la comprensión de esta contradicción esencial por el camino de la pregunta misma y explorar los procesos de nuestra evolución entendiendo sus desarrollos en una espiral, cuya dialéctica ha implicado la confrontación y la síntesis, la dominación y el retroceso, el combate y la hegemonía de las corrientes y las formas del conocimiento o de los sistemas del pensamiento.

♦ Establecido el asunto del conocimiento, surge la inquietud por la posibilidad del mismo. Esta posibilidad nos pone frente al problema del método. Es importante, a la hora de indagar acerca del método, partir del principio de que método es camino, es un abrir camino en la acción de des-velar una pregunta. El método, como posibilidad de y en el conocimiento comporta pues, una dinámica de la indagación o una forma de abordar la respuesta a un interrogante. Tal dinámica se deriva de procesos deductivos o procesos inductivos; pero además, y necesariamente, de la relación entre lo uno y lo otro. Todo método, cuando se supone en el ámbito de la investigación, incorpora una relación entre síntesis y análisis; de la primera se parte de la descripción; de la segunda de la interpretación. Así, por la vía del método se abre la pregunta: ¿Cómo conocemos y cómo investigamos? Pues, en tanto sujetos, lo somos en y del conocimiento. Todo en el mundo es objeto de conocimiento y el conocimiento se puede considerar como tal en función de los sujetos que lo indagan. Por lo tanto, un componente fundamental de la subjetividad es el conocimiento. Es más, es posible afirmar que, en que conocemos también investigamos. Que el modo del conocer es el mismo modo en que se establece el investigar.

♦ Dado lo anterior surge un interrogante… ¿Por qué hemos de investigar?... Con ello podemos corroborar una inminente certeza: el conocimiento no es un resultado, un producto o un finalidad inmediata, pues la realidad construida, en una de sus instancias desde la subjetividad que puede ser plural o singular, social o individual, esta velada por las formas de la interpretación y de la representación. En esa realidad se oculta lo evidente. Aunque lo evidente no admita discusión, la evidencia que muestra lo evidente es obstáculo al verdadero conocimiento, pues vela, más allá de lo evidente, lo verdadero. Por ello, la investigación como tal, consiste en la sospecha y la demolición de la evidencia. Se trataría entonces, de buscar lo verdadero en lo real, a partir de una subversión, de una sublevación de la mirada que mira a la evidencia para avanzar más allá de ella. Y este saber partirá siempre del preguntar, cuya esencialidad se sustenta en la pregunta por la causalidad de las cosas o de los fenómenos, esa interrogación que parte de un “¿Por qué?”. En esta vía de reflexión, es posible ubicar a pensadores como Nietzsche y como Foucault, pues desde ellos se deja oír y resonar un llamado a la necesidad de poner en sospecha, de poner en cuestión aquellos esquemas rígidos y cerrados de investigación y de saber que no hacen sino generar un ocultamiento de la trágica crudeza de lo real y un distanciamiento de las posibilidades de abordaje a la realidad compleja de un mundo tejido desde las múltiples relaciones de poder y de saber.

♦ En esta perspectiva, vale decir que, la determinación de la verdad se sitúa desde lo histórico y lo social, poniendo en escena la necesaria, inevitable y portentosa relación del ser humano con la materialidad del mundo, en la medida en que esa verdad tenida por objetiva se hace tal, en el hacer/se a diario, en la disposición siempre presente de la especie a que su relación con el medio circundante este mediada por un lado, por la transformación continua en y con el entorno natural y, por otro lado, con la creación continua de técnicas y de dispositivos simbólicos y materiales de todo orden (psicosociales, económicos, técnicos, culturales, políticos). En este sentido, la culturalidad y la historicidad de la verdad, nos exigen diferenciar dos cuestiones confundidas por muchos. La primera, en relación con la pregunta por la existencia de una verdad objetiva, que reside y emana de la mente del sujeto, pero que no dependa sólo del éste. La segunda, en relación con la pregunta por la correlación entre la verdad absoluta y la verdad relativa. Por tanto, tenemos que ante la postulación de la verdad como forma ideológica organizadora de la experiencia es posible enfatizar en dos elementos diferentes: de un lado, el asunto de si algo es verdad o no lo es, sólo compete al sujeto que se lo formula, en tanto y en cuanto que el mundo real de lo que existe (animales, plantas, mares, planetas, montañas…) no se plantea esta cuestión, simplemente es. De otro lado, la relación entre un fenómeno y el sujeto que lo percibe por medio de sus sentidos y en el ámbito de su pensamiento, rebasa las intenciones y alcances del sujeto y no se reduce sólo a él. Así, la llamada verdad objetiva, reside en las múltiples determinaciones del mundo real que pre-existe a los seres humanos que lo perciben. Mejor dicho, existe el mundo, el universo, el cosmos macro o micro, independientemente de si se le conoce o no. Y, frente al hecho de si el mundo físico depende del consenso de la colectividad, pues habrá que decir de nuevo que el mundo existe independientemente de ese consenso colectivo, o de que colectivamente o masivamente todos creamos o aceptemos algo al respecto, por ejemplo: podemos muy bien clavar la cabeza en la tierra como el avestruz, pero ello no detendrá un huracán o un terremoto o una inundación. Y frente a situaciones generadas por nosotros mismos, como sujeto sociohistórico, podemos fácilmente resguardarnos en nuestras posmodernas [la postmodernidad no es el enemigo, es la fuerza disolvente de las visiones unívocas de la Modernidad; ese es el error de muchos marxistas] fortalezas y ello no detendrá a una turba de hambrientos que pretenda saciar esa urgente necesidad de comer a toda costa. Finalmente, podemos entrever como, de manera subrepticia se nos incrustan planteamientos matizados del idealismo al estilo de Berkeley, en la medida en que terminamos aceptando que sólo es ese consenso subjetivo el que permite establecer la “verdad objetiva” e incluso dar cuenta del mundo, como sí el mundo objetivamente real sólo dependiera de la mirada humana, mirada que remite al espejismo de su idea, autoengaño de una inmaculada idiotez que piensa que “aquello que no se nombra no existe” y, sin embargo la marcha de la historia y del universo nos permitirá asistir a la emergencia de lo innombrable, de lo indecible, de lo real.

♦ Entonces, hemos de establecer lo siguiente: es necesario proponer un trabajo de indagación centrado en el reconocimiento de las tendencias más allá de la dictadura de la empiria absolutista de los simples datos, a través de un pensamiento dialéctico que nos proponga el reconocimiento del cúmulo de leyes objetivas que rigen el mundo, de múltiples determinaciones que generan campos nuevos, formas nuevas y nuevos movimientos de lo que existe. Y a la sazón, de cara a la verdad, vale decir de ella que su real acontecer en el proceso histórico de la humanidad presenta unas determinaciones sociales y culturales, unas formas y un tejerse ella desde y para la humanidad, en la simiente de los sujetos que la operan. Arriesgaré a proponer como lo hizo Lacan, un pensador contemporáneo, que “la verdad tiene estructura de ficción”, en la medida en que si la situamos como histórica y humana ella esta tejida por la poética del lenguaje y, desde aquí, simplemente se establece como re/presentación del mundo percibido: verbigracia, los diferentes modelos de universo vía Aristóteles, Ptolomeo, Galileo, Copérnico, Newton, Einstein, Hawking. Por tanto, estas tendencias de la verdad, no son más que las corrientes del pensamiento una y otra vez catapultadas en el flujo de su continua dialéctica histórica, en una espiral que las pone y las contrapone. Sin embargo, y de nuevo, de cara a la verdad, ella es objetiva, es real en lo real del mundo, del macro y del micro cosmos, allende el tiempo y el espacio, en esa propia espiral infinita de lo que existe y que rebasa las fronteras de nuestros sentidos, aún cuando los pasos que damos como especie, nos permitan atisbar cada vez más a su esencia. No obstante, esa verdad real del mundo que podemos ir conociendo en nuestro preguntar, nos rebasa, nos trasciende, nos pre-existe y nos sobre-existirá mucho más.

♦ Por último, queda reafirmar que, al abrir espacios de formación basados en lo que llamaríamos un supuesto-saber-hacer-formar-sujetos se nos plantea una exigencia: mirar, más allá del animo excesivo de la erudición, pero con sumo rigor y no poca sospecha insurgente, las concepciones del mundo y el trasunto de lo ideológico y de lo político de las sociedades y de los sujetos en el devenir histórico, en la medida en que un aspecto crucial de dicho devenir esta cifrado por la construcción del sujeto mismo. En este caso, se trata de permitirnos, entender el significado y la importancia de romper con los esquemas dogmáticos y las miradas ciegas de los modelos del conocimiento que nos imponen, que pasivamente imponemos, que barruntamos y barruntan aquellos a quienes pretendemos dejar la misión de construir un futuro posible, más allá del presente sobre-vivido. Tal vez, y al margen de la interesante disputa y crítica impartida desde este seminario, lo que nos concierne es la asunción responsable de una posición clara y éticamente consecuente frente a nuestro quehacer cotidiano. Posición que rompa la abúlica mirada del quien aparenta escuchar desde el tedio moroso atrincherado en una ya ajada fotocopia y que en un momento dado pregunta con sorna: ¿Y como para que me sirve leer a Nietzsche o a Foucault si yo lo que quiero es ser psicólogo? A esos tocaría responderles muy nietzscheanamente: -No te servirá para nada, pues tú eres de los que prefiere la nada a no querer…

Juan Felipe Arroyave G.

Noviembre de 2008

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